viernes, 5 de abril de 2024

HISTORIAS PARA NO DORMIR

En octubre, coincidiendo con Halloween, se ha realizado el concurso anual de relatos de terror cuyos ganadores fueron descubiertos durante el festival de Navidad. Las ingeniosas escritoras han sido Iris Argüello Dueñas y Jimena Vergara del Pozo han sido las ganadoras de este concurso. A continuación, podemos deleitarnos con los dos relatos ganadores.

TE VIGILO

Leer el periódico en el metro se había convertido en mi mayor pasatiempo de camino al trabajo, hasta que todo cambió aquel lunes. 

Las 7:15, dos paradas restantes para llegar a la oficina. Desplazo las piernas unos centímetros abrumada por la cercanía del pasajero de al lado. Con gesto perezoso, voy pasando las hojas del periódico. No recuerdo la última vez que lo leí de principio a fin. La mitad de los titulares no me interesan en absoluto, hasta que una foto en la esquina de la sección de clasificados llama mi atención. Es el primer plano de un rostro, melena rubia y jersey blanco. Por su aspecto se diría que es una mujer joven, y aunque es difícil concretar su edad yo sé cuántos años tiene. Tiene 23. Porque esa mujer soy yo. Preocupada, se lo cuento a los compañeros del trabajo quienes comentan que aunque el parecido físico es extraordinario; seguramente no soy yo.  

Al día siguiente, intrigada, voy directamente a esa sección y una nueva foto aparece en el mismo sitio. Está algo más granulada que la anterior; pero no cabe duda de que es una foto mía tomada esa misma mañana, los grandes pendientes que hoy me he puesto así lo demuestran. Al salir del trabajo me dirijo a las oficinas del periódico. Alguien tiene que darme una explicación. Diez minutos más tarde salgo de allí enfadada y frustrada. No me pueden facilitar el nombre del misterioso fotógrafo porque es información confidencial.  

Van pasando los días y aunque las fotos aparecen cada vez más borrosas, ese rostro sigue siendo el mío. La incertidumbre hace que, poco a poco, me encuentre más aterrorizada e insegura. Todo el mundo parece seguirme, en el metro todas las miradas se dirigen hacia mí y todos los ruidos consiguen sobresaltarme. No aguanto más esta situación. Tengo que acudir a la policía. 

Un día más, y aunque estoy segura de que esto sólo me pondrá más nerviosa, ojeo el periódico de nuevo. Es increíble, mi foto ya no está.; pero la sensación de alivio que recorre mi cuerpo se esfuma cuando, esta vez, la foto aparece en la sección de necrológicas. Es mi esquela. Horrorizada, consigo abrirme paso entre la gente y bajo del metro en la siguiente parada. 

El periódico del día siguiente informa, en sucesos locales, de la trágica muerte de una joven fallecida por el impacto de la rama de un árbol a la salida del metro. Dos páginas más adelante, en la sección de clasificados, aparece una nueva foto con un nuevo rostro. 

Iris Argüello Dueñas


LUNA DE SANGRE

“¿Dónde habré puesto mi telescopio? Juraría que no lo he movido de su sitio…”, se repetía una y otra vez mientras lanzaba con rabia los viejos cachivaches que poblaban el desván de su casa de adobe. Siempre lo dejaba debajo de la vitrina donde guardaba sus pequeños tesoros: algunos fósiles, huesos de diversas aves, una punta de lanza oxidada y un trozo de piedra que había recogido cuando era pequeño en las montañas del pueblo, creyendo que era un meteorito. Ahora sabía que se trataba de un simple trozo de granito, pero lo guardaba con cariño porque el día que lo encontró descubrió su pasión por la astronomía.  

Después de buscar por toda la casa sin encontrar su preciado telescopio, se dirigió al granero, desesperado. Si lo había perdido, no podría observar la luna roja que se vería hoy al anochecer. Se trataba de un eclipse que llevaba mucho tiempo esperando, no podía perdérselo. Numerosas leyendas macabras circulaban en torno a este acontecimiento, pero él no les prestaba la más mínima atención.  

“¡Pero quién lo habrá puesto aquí!” Por fin lo encontró, junto a las herramientas del campo: unas hoces, una guadaña… Lo cogió y se apresuró a salir, debía llegar al cerro del Castillo antes del crepúsculo. A pesar de las prisas, se percató de que en la funda del artilugio había unas gotitas de sangre, pero no le dio importancia. Pensó que la persona que lo había cambiado de sitio se habría cortado con la hoz…  

Antes de salir del pueblo, tuvo tiempo de parar en la cantina a comprar algo para merendar. Allí estaban los ancianos del pueblo, tomándose la enésima copa de coñac del día.  

Pues yo tengo a mis ovejas cerradas en el corral con tres cerrojos! ¡Que a mí esto de la Luna de Sangre me da mucho miedo! Siempre que se pone la luna encarnada me desaparecen cerca de doce corderas. – decía Paco, el pastor, mientras apuraba las últimas gotas de su coñac.  

-Cierto es que algo extraño debe ocurrir. Mi tío Saturnino, que en gloria esté, contaba que cada vez que la Luna brillaba así, de color carmín, le mataban los lobos una decena de cabras y las dejaban allí, destripadas, no se las comían ni .- apuntó el Custodio, el manco.  

-Será que huelen a sangre y se alteran, qué se yo… - intervino Leoncio, el tuerto. – Cuentan que a la pobre niña de la señora Asunción la mataron los lobos… lo cierto es que desapareció una noche de luna roja y nadie supo más de la pobre criatura.  

Él estaba guardando unas nueces en el morral y se disponía a salir cuando el señor Custodio lo detuvo:  

Oye, chaval! ¿Dónde te crees que vas? ¿Es que no has oído que es peligroso salir hoy? Anda, que a tu pobre madre no le das más que disgustos, guárdate, majo.  

-Voy al monte, a ver la Luna de Sangre. Esas historietas suyas no son más que mentiras. Ustedes, como no tienen más inquietudes que sus rebaños y sus copas, no saben ya ni con qué entretenerse.  

Salió dando un portazo que hizo chillar los goznes de la puerta.  

El camino hacia el cerro fue extraño. No había pájaros y un leve susurro del ramaje lo acompañaba. Era como si algo lo acechase entre las sombras…  

Se detuvo en las ruinas del castillo templario que presidía el valle y allí instaló el aparato. Decían también los zafios aldeanos que esos parajes estaban bañados por la sangre de los caballeros medievales y que por eso eran las tierras más fértiles de la comarca. “Bah, cuentos de cuentistas, nada más” 

Mientras esperaba al anochecer, cascaba las nueces con una piedra. Solo le acompañaba el canto del cárabo, que resonaba tenebroso entre las ruinas del castillo.  

Al fin el sol se escondió en el bosque y el rojizo resplandor de la luna comenzó a surgir. Se alzaba majestuosa, enorme, por encima del cementerio de la aldea. Él la observaba con asombro y la belleza del astro lo dejó maravillado.  

De pronto, un gélido escalofrío recorrió su cuerpo. Sintió una mano esquelética, helada, apoyada en su hombro. El calor de la respiración del ser que tenía detrás le humedecía el cuello. Se quedó paralizado por el terror. La mano lo apretó, clavándole los huesos en la carne, y volvió su cuerpo hacia atrás. En las tinieblas, alcanzó a ver a una figura vestida con una túnica blanca que el viento ondeaba, con una cruz roja en el pecho. El ser lo acercaba hacia su cuerpo. Él, volvió la mirada hacia la Luna de Sangre, su luna. Cuando volvió a mirar al ser que lo estaba aprisionando, vio en sus ojos la misma luna de sangre que presidía el firmamento. Una luna que lo atraía y lo hipnotizaba.  

“Sabía que vendrías, sabía que no me defraudarías” 

Jimena Vergara del Pozo

miércoles, 20 de marzo de 2024

ERASMUS EN FRANCIA

 

                                                                                                                                                                                    

Día 1: Nuestro viaje a Francia con el instituto comenzó después de un largo viaje en autobús y avión llegamos a Ginebra, donde fuimos recibidos por nuestras familias de acogida. La primera impresión de Ginebra fue encantadora, con sus calles adoquinadas y edificios históricos, aunque el clima es lluvioso y más frío que en España. Lo que más me gustó fue el lago Leman y el Jet d’eau. Después de visitar Ginebra, fuimos dejar las maletas y al llegar conocimos a toda la familia y nos enseñaron su casa antes de cenar. Lo que más raro me resultó fue su horario porque se van a dormir demasiado pronto 

Día 2: En el día de hoy estuvimos en el Instituto con nuestros correspondientes. Participamos en clases y nos estuvieron mostrando el instituto con una visión más profunda de la educación francesa. En los institutos de allí suele haber un comedor escolar para todo el alumnado. Después de las clases, fuimos a conocer el pueblo en el que vivíamos: “St.Pierre en Faucyny”, nos llevaron al supermercado y a un parque y más tarde nos vinieron a buscar para regresar a las casas.

                             

Día 3: Salimos de la ciudad para explorar una pequeña ciudad muy conocida llamado Annecy. Tras un emocionante y aburrido viaje en tren, llegamos a la ciudad a visitar las calles más conocidas y comprar algunos souvenirs. Después fuimos a un pequeño centro comercial y comimos un plato típico de allí “la Galette y crêpes”. Regresamos en tren y quedamos todos en un parque antes de irnos a las casas, como de costumbre.


Día 4: Dedicamos el día a visitar el Mont Blanc, el cual tenía una altitud de más de 3000 metros. Para subir, usamos un teleférico hasta la montaña, allí pudimos contemplar un maravilloso paisaje de montaña a diferentes alturas. Por la noche, algunos de nosotros optamos por pasar libre con nuestras familias de acogida y otros fueron a cenar a un restaurante.

Día 5: En nuestro último día completo, estuvimos dando clase en el instituto como el lunes. Por la tarde fuimos a una gran pista de hielo con todos los correspondientes y sus familiares, más tarde regresamos a las casas para cenar y estuvimos jugando a videojuegos con la familia. Antes de irnos a dormir, hicimos las maletas y nos despedimos de algunos familiares que no iban a ir al aeropuerto.

Día 7: El último día nos despedimos muy temprano de algunos correspondientes en la puerta del instituto. Llegamos al aeropuerto sin ganas de irnos y con las maletas muy cargadas. El viaje de regreso estuvo marcado por risas y anécdotas. ¡Hasta la próxima, Francia!


                                                                                                                            Marina Gómez 4º B         



        

martes, 19 de marzo de 2024

SEMANA BLANCA EN ANDORRA

 



La semana del 14 al 19 de enero, los alumnos de tercero, cuarto y primero de bachillerato pasamos unos maravillosos días en Andorra, ese minúsculo lugar donde hay más cuentas secretas que personas que saben dónde está su propio país.

Andorra, ese lugar donde las tiendas libres de impuestos y sus productos escala 1:10000 son el mayor atractivo turístico.

Andorra, ese lugar donde sus pistas de esquí son tan exclusivas que incluso los copos de nieve parecen llevar sus propios esquís, y el aire fresco de la montaña es solo superado por el olor de las transacciones financieras en el aire y por el ruido de los flamantes coches que la circulan.

Ahora en serio, andorra, aparte de ser un paraíso fiscal y consumista, es un paraíso geográfico. Las majestuosas montañas andorranas se alzan como guardianes imponentes, cubiertas con un manto blanco que nos proporcionó ese asfalto helado que cabalgábamos mañana y tarde como cowboys de la nieve. Sus altas cumbres y verdes valles creaban un entorno natural fascinante.

Tras un largo viaje de más de 9 horas en autobús, nos presentamos en la Massana, lugar donde se ubicaba el hotel donde nos alojamos, situado a unos 20 minutos de la capital, dejamos las maletas y procedimos al alquiler de los esquís, las botas y los cascos. Después fuimos al hotel y degustamos su bufé, que la verdad es que estaba genial. Después de una contundente cena, ya estábamos listos para afrontar al día siguiente el primer día de esquí.

Por la mañana, después de un abundante desayuno, nos equipamos nuestro atuendo de Marc Márquez de las nieves y cogimos el autobús para subir a las pistas. Una vez allí nos poníamos las botas y los esquís y recibíamos una clase de dos horas, divididos en grupos con monitores distintos acorde con nuestro nivel. Los dos primeros días hubo de todo. Mientras algunos luchábamos por mantenernos en pie con los esquís, otros ya surcaban las laderas como si les fuera la vida en ello. Las clases fueron un poco convulsas al principio: accidente por aquí, resbalón por allí, atropello involuntario por allá… todo un espectáculo de colisiones.

Después de una dura jornada de caídas y frustración llegaba la hora de comer. Comíamos en un restaurante allí en las pistas un menú distinto cada día, que menos el primer día, dejó mucho que desear. Tras la comida, nos volvíamos a poner en marcha, ahora sí, con toda la tarde libre para esquiar a tu rollo y activar el modo supervivencia.

Al acabar la jornada de esquí, bajamos en el huevo (una especie de teleférico con forma de huevo) a la ciudad, cogimos el autobús y fuimos al hotel a ducharnos, reposar y reflexionar sobre cómo habíamos logrado sobrevivir. Después de asearnos, bajamos a Andorra la Vella donde nos daban tiempo libre para saciar nuestro mono consumista y explorar las curiosas tiendas que por allí había.

Y así pasamos nuestros dos primeros días, milagrosamente, sin heridos.

El tercer día ya fue afrontado de otra manera. Como siempre, gozábamos de un pesado desayuno y subíamos al huevo (qué originales los andorranos, el huevo jajajas) que nos dejaba en las pistas y más o menos ya sabíamos lo suficiente de esquí como para no despeñarnos por un barranco y hacer nuestras primeras rutas, mientras que otros ya andaban por el pico más alto de andorra y aventurándose por las pistas rojas como si fueran toboganes de un parque infantil. Poco a poco los más torpes ya fuimos cogiendo confianza y familiarizándonos con los esquís. Tras una jornada de esquí al fin satisfactoria, descansamos un poco en el hotel y bajamos a Andorra la Vella para disfrutar del increíble centro termolúdico Caldea, un balneario con jacuzzis, saunas, termas, y todo tipo de piscinas. Los vestuarios eran algo así como un laberinto de compartimentos abarrotados de adolescentes que no se acordaban de dónde estaba su taquilla.

Algunos alumnos no fueron a Caldea y se quedaron pasando la tarde por la ciudad, luego quedamos todos en la puerta del balneario y el grandísimo Pepe (el autobusero) nos llevó de vuelta al hotel para cenar.

Por las noches los pasillos del hotel parecían el metro de Nueva York y las habitaciones una especie de comuna hippie. Hubo algún día gente que durmió en el suelo o en la bañera, lo ideal para recuperarse de la jornada de nieve.

El tercer día no tuvimos suerte, estuvo lloviendo y había bastante viento, por lo que no pudimos aprovechar al máximo la tarde ni explotar nuestros conocimientos adquiridos los días anteriores. Fue una faena, ya que más o menos todos controlábamos el arte del esquí y estábamos motivados para enfrentarnos a pistas más complicadas. Ese día solo esquiamos por la mañana, porque por la tarde el día empeoró y nos tuvimos que ir al hotel.

El cuarto día, por suerte hizo buenísimo y la nieve no estaba nada mal, así que aprovechamos bastante para esquiar y disfrutar del precioso paisaje que nos rodeaba, aunque nos quedamos con ganas de más.

Y así, casi sin darnos cuenta, llegó nuestro quinto y último día de esquí. Muchos estábamos ya en las últimas y nos quedamos en el bar de las pistas, pero otros aprovecharon hasta el último segundo y estuvieron esquiando todo lo que pudieron y más.

Después de comer empezó a nevar con fuerza, pero tuvimos suerte y pudimos bajar tranquilamente en el bus a la tienda para devolver las botas, los cascos y los esquís. Llegaba la hora de devolver nuestra armadura de caballeros de las nieves que nos habían acompañado en los momentos más difíciles. El casco, protegiéndonos de pinos y traumatismos craneoencefálicos. Las botas, asegurando con firmeza buena parte de nuestra pierna para evitar rupturas. Los palos, que aferrábamos con fuerza al suelo como único medio para evitar caídas tontas. Y los esquís, que ya casi formaban parte de nuestro pie y eran nuestro principal medio de transporte, con los que surcábamos las pistas desafiando a la suerte y nos deslizaban por las interminables y gélidas rampas. Después de devolver el material fuimos al hotel a coger las maletas y emprender el viaje de vuelta, en el que se combinaba la melancolía por lo bien que lo habíamos pasado y un fuerte deseo por llegar a casa y descansar en nuestras camas como merecíamos.

Es general, es un viaje y una experiencia única, que os recomiendo aprovechar cuando se os proponga.

Todo tiene su final, y al igual que nos despedimos de Andorra y sus montañas, aquí me despido de vosotros.

 

 

Muchas gracias a Eva, Ana e Ilde por habernos acompañado y por su paciencia, y como no, muchas gracias al incansable Pepe por soportarnos durante más de 9 horas de viaje IDA Y VUELTA. Eso sí que es deporte de riesgo y no el esquí.


                                                                                                                       Ibai Callejo Álvarez




miércoles, 24 de enero de 2024

Un día con mucha magia



En el cierre del primer trimestre, la escuela se transformó en un escenario animado donde la comunidad educativa celebró un día memorable. Desde las primeras luces del día, los estudiantes se sumergieron en una variedad de talleres que abarcaban desde expresiones artísticas en karaoke hasta la destreza manual en la creación de manualidades, pasando por la exploración del mundo del maquillaje y la competencia amistosa en ping pong y futbolín.  

La expectación creció exponencialmente a la 1:30 p.m., momento culminante con la final del torneo de fútbol que mantuvo a todos los presentes al borde de sus asientos. A continuación, la escena se llenó de expresiones artísticas de los estudiantes: los de 2º de ESO se entregaron al baile, los de 3º mostraron su habilidad musical con instrumentos, mientras que los de 4º deslumbraron con su talento en la pista de baile.  

La efervescencia continuó con una carrera al aire libre, donde la competencia se mezcló con la camaradería, y al final, se otorgaron merecidas medallas a los ganadores del torneo de fútbol, a los campeones del futbolín y a todos los valientes participantes en la carrera. Con el reloj marcando las 2:30 la emoción dio paso a la calma cuando se distribuyeron las notas, marcando el cierre del trimestre. Los estudiantes se retiraron a casa, llevando consigo recuerdos de un día lleno de diversión y logros escolares. 

Daoud Ouazzany