viernes, 14 de octubre de 2022

Visita a la Tejeda de Losande

 

Entre milenios y tejos

Elena Santos Prada (4º ESO A)

El pasado 6 de octubre nos aventuramos hacia las montañas palentinas del Parque natural de Fuentes Carrionas para poder integrarnos en un paisaje y recorrido único con la compañía de nuestra guía Mª Ángeles que, junto a nuestros dos profesores de biología, nos mostraría en detalle todo aquello donde la curiosidad y la vista nos alcanzasen (y para evitar que los demasiado atrevidos acabaran con un viaje al centro de salud por probar distintos recursos de supervivencia explicados).

                                                                           

Iniciamos la ruta en un aparcamiento al lado de la carretera donde la guía nos introduciría a grandes rasgos la variedad de flora y fauna que iríamos observando a lo largo de la senda, comenzando así a andar, aunque el sueño de las primeras horas y el frescor que se sentía pesasen.



Fuimos realizando distintas paradas en sitios de interés en los que nos explicaron curiosidades de todo tipo: para sobrevivir en el monte, cómo vivía la gente allí, los usos de distintos frutos, zonas mineras y sus raíles doblegados ante el inevitable paso del tiempo y todo tipo de indicios de la fauna local.

El viaje hasta la pradera donde nos detuvimos a almorzar algo disfrutando de las vistas fue cuanto menos entretenido, sorteando piedras, evitando pegarnos con ramas en la cara y disfrutando de la compañía que prefirieras mientras podías sentirte impregnado de esa esencia única del bosque en este otoño tan tardío.

                                             

Con el estómago ya lleno, no solo de frutos silvestres, nos introdujimos en el interior de este bosque mixto excepcional, tanto en Castilla y León como a nivel nacional o incluso internacional debido a la concentración de tejos y la edad de estos, con sus historias y tradiciones olvidadas que te llevan a lo más profundo del pasado, imaginándote la de secretos que guardan sus troncos retorcidos y de misteriosas formas.


                                             

Todo lo que sube, baja, y ahora nos tocaba evitar despeñarnos entre empinadas cuestas y constantes curvas, esquivando las raíces que se colaban entre nuestros pies para regresar al aparcamiento. Ahí nos despedimos de Ángeles y agradecimos su conversación y compañía antes de regresar a casa.


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