Entre
milenios y tejos
Elena Santos Prada (4º ESO A)
El pasado 6 de octubre nos aventuramos hacia las montañas palentinas del Parque natural de Fuentes Carrionas para poder integrarnos en un paisaje y recorrido único con la compañía de nuestra guía Mª Ángeles que, junto a nuestros dos profesores de biología, nos mostraría en detalle todo aquello donde la curiosidad y la vista nos alcanzasen (y para evitar que los demasiado atrevidos acabaran con un viaje al centro de salud por probar distintos recursos de supervivencia explicados).
Iniciamos la ruta en un aparcamiento al
lado de la carretera donde la guía nos introduciría a grandes rasgos la
variedad de flora y fauna que iríamos observando a lo largo de la senda,
comenzando así a andar, aunque el sueño de las primeras horas y el frescor que
se sentía pesasen.
Fuimos realizando distintas paradas en
sitios de interés en los que nos explicaron curiosidades de todo tipo: para
sobrevivir en el monte, cómo vivía la gente allí, los usos de distintos frutos,
zonas mineras y sus raíles doblegados ante el inevitable paso del tiempo y todo
tipo de indicios de la fauna local.
El viaje hasta la pradera donde nos
detuvimos a almorzar algo disfrutando de las vistas fue cuanto menos
entretenido, sorteando piedras, evitando pegarnos con ramas en la cara y
disfrutando de la compañía que prefirieras mientras podías sentirte impregnado
de esa esencia única del bosque en este otoño tan tardío.
Con el estómago ya lleno, no solo de
frutos silvestres, nos introdujimos en el interior de este bosque mixto
excepcional, tanto en Castilla y León como a nivel nacional o incluso
internacional debido a la concentración de tejos y la edad de estos, con sus
historias y tradiciones olvidadas que te llevan a lo más profundo del pasado,
imaginándote la de secretos que guardan sus troncos retorcidos y de misteriosas
formas.
Todo lo que sube, baja, y ahora nos tocaba
evitar despeñarnos entre empinadas cuestas y constantes curvas, esquivando las
raíces que se colaban entre nuestros pies para regresar al aparcamiento. Ahí
nos despedimos de Ángeles y agradecimos su conversación y compañía antes de
regresar a casa.
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