El miércoles, 11 de noviembre, asistimos a una charla sobre los topillos y sus plagas, a cargo de Carlos Cuéllar, integrante de la asociación GREFA. Aunque era joven, sabía lo suficiente para enseñarnos los daños que pueden realizar los topillos y cómo controlarlo. GREFA es una asociación cuyo objetivo es cuidar el medio natural y a nuestros animales autóctonos de Castilla y León.
El topillo es una especie propia del norte de Europa y su origen en nuestra península se remonta a 1973 en las zonas de montaña de la mitad norte, donde abundan las zonas verdes con suficiente humedad. La extensión del cultivo de regadío condujo al topillo a adentrarse hasta la submeseta Norte, de ahí que sea frecuente en nuestra Tierra de Campos.
El topillo campesino (Microtus arvalis) es un micromamífero roedor que, dependiendo de las condiciones ambientales, se reproduce de tal manera que produce plagas. Cuando esta aparece, causa graves daños a los cultivos y puede provocar la dispersión de algunas enfermedades como la tularemia. Un topillo puede reproducirse durante todo el año y suele vivir unos seis meses. La hembra, con sólo un mes de vida y veintidós días de gestación puede llegar a tener unas once crías. Mientras que los machos al poco de tiempo de nacer ya son fértiles.
Hay diferentes formas de luchar contra estas plagas como, por ejemplo, con el uso de venenos como la clorofacinona y bromadiolona, que son anticoagulantes. Sin embargo, además de no ser eficaces, producen graves efectos en cualquier otra especie que se alimente de los granos envenenados o de aquellas que se alimentan de los que lo ingirieron en primer lugar. Además de contaminar el suelo y el agua.
Lo que esta asociación propone es el control biológico del topillo de una forma respetuosa con el medio ambiente. Para ello, estudia sus depredadores naturales: aves rapaces, reptiles y carnívoros terrestres. Las especies de depredadores que se están gestionando con este proyecto son el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), lechuza común (Tyto alba) y comadreja (Mustela nivalis).
Aunque haya siempre topillos, a los que no podemos ver, cada cuatro o cinco años su reproducción es tan alta que provoca plagas. Hay una relación entre las condiciones climatológicas y la aparición de plagas. De forma que una primavera muy lluviosa favorece su presencia. De ahí que el regadío haya favorecido su extensión.
A su vez, la ausencia en los campos de aves rapaces tales como el águila ratonera, la lechuza, el cernícalo y el aguilucho, son otro factor que incrementa este fenómeno, al no existir posaderos en las tierras (árboles, postes,…) que favorezcan su caza. La instalación de postes y “cajas nido” en los cultivos reduce considerablemente su número. Si además combinamos aves de hábitos diurnos con las rapaces nocturnas la eficacia en la captura aumenta.
El pisoteo que produce el ganado ovino sobre el suelo disminuye la existencia de las madrigueras donde viven los topillos. La desaparición de la trashumancia en nuestra comunidad ha protegido de la destrucción de sus refugios. Asimismo, arar las tierras también colabora con su reducción.
Por otra parte, la vegetación de las cunetas, aunque les sirve de protección a estos roedores también permite la presencia de otros pequeños carnívoros que se alimentan de los topillos. Por ello la práctica de quemar los rastrojos y las lindes, que no evita que se salven los topillos ocultándose en su guarida, provoca la huida y desaparición de las comadrejas y los reptiles que controlarían la población de los topillos.
De esta forma, vimos cómo la plaga de los topillos se puede controlar cuidando de las especies propias de nuestro entorno y restableciendo el equilibrio propio del ecosistema.
Andrés Tartilán Choya
Departamento de Ciencias Naturales.
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